Opinión
Dietología, por Chava Pérez «Fauno»
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2 años tieneon
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Staff
Hola a todos y gracias por recibirme en este espacio. He decidido abordar un tema de lo más actual, y es que aunque es en fechas de año nuevo en donde todos agarramos una energía renovadora sacada de quién sabe dónde por el cambio de número en el calendario, es muy común que uno de los propósitos más destacados durante todo el año sea bajar de peso…
¿Cómo van con eso?
Dicho propósito ocupa el ranking número 1 en la lista de metas incumplidas de la humanidad entera y por eso la obesidad mundial está en niveles récord (Yo tengo una placa similar a las placas de YouTube que me acredita como águila de platino por mi aporte a este importantísimo logro del hombre) y todo por no saber plantearnos metas realistas cuando acaba diciembre.
En contraste con lo anterior, la industria de la “bajada de peso” es una industria multimillonaria: libros, pastillas, aparatos, cirugía, jugos, suplementos, polvos, métodos, dietas, ejercicios y un largo etcétera de cosas que, a juzgar por las estadísticas de la obesidad mundial, sólo juegan con nuestros sentimientos, o dicho de otra forma: no funcionan.
Todos quieren verse bien, y “verse bien”, al menos en occidente, es más o menos sinónimo de estar flaco, o quizá sólo de no estar gordo, aunque para ser sinceros la gordura y la flacura son términos últimamente de lo más subjetivos… Este mundo me confunde.
Es necesario acotar que a esta altura del partido hasta los más tontos deberían saber que el ejercicio no juega un papel tan importante en la bajada de peso como mucha gente cree, así es, leyó usted bien: el ejercicio no vale madres… Disculpe que sea yo, un obeso de clase 2, el que venga a decírselo y más de esta forma tan indigna, pero es cierto: aunque sería injusto decir que el ejercicio no ayuda en nada, la realidad es que poner a sudar las lonjas en una clase de zumba haciendo nuestro mayor esfuerzo tiene un impacto en nuestra salud bastante divergente a la percepción común, de nuevo, perdonen que sea yo el que se los diga (Ahora sus clases de pilates les van a doler el doble).
La dieta es el camino, repítalo hasta que se lo crea: LA DIETA ES EL CAMINO…
¿Pero cuál dieta?
Existen infinidad de ellas: cetogénicas, sin grasa, dietas del paleolítico, créanme, he probado de todo y como miembro de una familia de gordos inconformes he visto a mis seres más amados haciendo regímenes estrictísimos basados en las fases de la luna, las cartas del tarot y otras no tan brillantes como la dieta del kiwi (Comes todo, menos kiwi)… Ya mejor que nos llame Dios.
Un estudio reciente de Standford con 609 voluntarios que necesitaban perder entre 7 y 45 kilos fue realizado asignándole de manera aleatoria a los voluntarios una dieta baja en grasa y otra baja en carbohidratos durante un año entero para ver cuál de las dos era mejor ¿cuál creen que ganó? Ninguna. Los resultados de ambas dietas fueron casi exactamente los mismos: algunos perdieron mucho peso, pero otros incluso lo aumentaron.
¿Por qué? ¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué? *le muerde a un pan dulce*
¿Por qué algunas dietas funcionan para algunas personas y para otras no?
La realidad es que no son las dietas las que no sirven, sino las personas. Oh, sí: human pieces of shit.
Las dietas no dan resultado a la mayoría de la gente porque la mayoría de la gente no es capaz de seguirlas.
Para muchos esto es un fracaso personal, pero hay varios factores que pudieran influir en esto, por ejemplo, y vayamos de nuevo a echar una mirada a la industria multimillonaria de la bajada de peso de la que hablamos hace un rato: la mayoría anuncia sus productos como la panacea, es decir, bajar rápido, mucho y sin esfuerzo… Y pues no.
Existe un autor británico llamado William Banting quien escribió el primer súper hit de las dietas en la historia: “Letter on corpulence” ¡en 1863! 16 páginas de puro recuento cordial y autobiográfico, esto fue lo que lo distinguió de los libros técnicos médicos de la época (Porque a la gente le gusta que la traten bien y no que les digan que a los gordos nadie los quiere). La influencia de este personaje ha sido tal en este mundillo que incluso en Europa muchos utilizaban la palabra “Banting” para decir que estaban a dieta, de hecho la usan en Suiza hasta el día de hoy (No existe la palabra “dieta” en suizo, ni las enchiladas). A lo que voy es que el marketing de esta industria es muy atractivo y muchas veces entrega menos de lo que promete.
Solía seguir a un doctor en twitter que ponía bandas gástricas, ya saben, la última alternativa para la gente que se acepta incapaz de seguir un régimen. Este doctor, a diferencia de Banting, era un culerazo: siempre criticaba las famosas fotos de “antes y después”, donde “antes” aparecía la persona gorda y triste y “después” salía flaca y mamada en el espejo de un gym. Decía que en todas esas fotos faltaba una tercera y era cuando la persona volvía a ser gorda. Siempre que lo veía hacer esa crítica, invariablemente pensaba “pinche wey”, pues el gordo en mí (O sea yo) se ofendía, pero la realidad es que, en promedio, la gente gana dos tercios del peso que pierden, o sea que sí, muy culero y todo, pero el señor tenía un punto.
El cuerpo, de manera natural, siempre se resiste a los cambios de peso, especialmente si es hacia abajo (Maldito). Además cuando uno pierde peso, especialmente si es mucho, hay varios cambios metabólicos envueltos en el proceso que ni entendí bien y no voy a mencionar porque nomás me voy a deprimir, pero hacen que te den más ganas de ingerir calorías en cantidades mayores incluso que antes de bajar… Es como una maldición.
También está la otra parte: los genes (Por si alguno de ustedes pensaba que sus padres no le arruinaron la vida). Pero tampoco seamos tan dramáticos al respecto, antes de disparar los daddy issues por este tema hay que aclarar que tu peso no está determinado por la genética, pero sí hay ciertos genes que te hacen más propenso a ser un puerco en determinados ambientes.
Así que gordos del mundo: abandonen toda esperanza…
Bueno, no. De hecho en el estudio de Standford que mencioné al principio, cuando la gente reportaba lo que comía, sin querer, estaban recortando hasta 500 calorías de las que regularmente ingerían, esto se logró enfocándose en reducir grasas o carbohidratos, no en contar calorías.
¿Azúcar o grasa? ¿Quién es el impostor? Nuestro cuerpo está diseñado para poder digerir ambos, pero no al mismo tiempo. Hay quienes dicen que el truco está en la combinación y tiene mucho sentido: a nivel químico, cuando hay insulina en sangre, las grasas no se logran disolver del todo y se crean los famosos triglicéridos, justo porque nuestro cuerpo es capaz de digerir azúcar y es capaz de digerir grasa, pero no azúcar con grasa (Adiós pingüinos Marinela).
El chiste para triunfar con una dieta es encontrar una que te pueda hacer pensar que no estás a dieta, algo así como “encuentra un trabajo que ames para que no tengas que trabajar”, igualito, pero con tu comida… Perra vida.
Otro aspecto que valdría la pena tener en cuenta es que muchos utilizamos el peso como único parámetro para determinar si estamos saludables o no, la realidad es que el peso no importa en absoluto, es el índice de masa corporal el que de verdad hace la diferencia. Vaya y hágase una química sanguínea de 32 elementos y quizá descubra que el peso es el menor de sus problemas.
De nuevo me tengo que referir al experimento de Standford (Es que que buen estudio, la verdad): muchas de las personas que no alcanzaron su objetivo en el peso, sí redujeron otros niveles nocivos en su cuerpo. O para ponerlo más nice: se volvieron más saludables y eso importa, y mucho.
Hablando de dietas, quisiera decir que ya se me antojó hacer una, pero hoy me enteré también que mi nutriólogo de confianza acaba de aumentar el costo de su programa de $750 a $900, tanta dieta lo tiene muerto de hambre y yo seré gordo para siempre.
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Si quieres apoyarme de alguna otra forma, aviéntame un pan…
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Opinión
Otro programa para limpiar el Río San Juan
Publicado
2 meses tieneon
18 febrero, 2025Por
Staff
Por: «El palomo de la 57»
Este martes el alcalde Roberto Cabrera encabezó un programa más para la limpieza del Río San Juan.
Si bien es cierto, la limpieza del Río San Juan debe ser imperativo para evitar tragedias como la ocurrida en 2021 en La Rueda, pero no debe quedar ahí.
El Río San Juan representa un importante atractivo turístico en la región. Cuentan los sanjuenenses de antaño que era muy limpio, con agua transparente en la que incluso los fines de semana se podía ir a nadar y disfrutar con la familia.
El día de hoy está convertido en un estanque de aguas sucias que podrían generar un foco de infección e incluso se han reportado asaltos en el camino que conduce del Paso de los Guzmán al Puente de la Historia.
Opinión
El rito a la muerte de los antiguos mexicanos, por Heidy Wagner Laclette
Publicado
6 meses tieneon
21 octubre, 2024Por
REDACCION
En ocasiones nos preguntamos qué fue primero ¿el rito o el mito?, para ubicarnos mejor en esta concepción; en la memoria colectiva se tiene la creencia en fenómenos inexplicables asociados a la naturaleza o que no tienen una explicación lógica; así surgen las leyendas y los mitos; del arraigo de estas creencias surgen los ritos, que se convierten en tradiciones que pasan de generación en generación.
Para los antiguos mexicanos, muchos años antes de la conquista, existían mitos que se convirtieron en ritos en torno a la muerte. Se creía que el que fallecía viajaba al Mictlán o lugar de los Muertos donde viviría eternamente. El miedo a perecer no sólo no era común, sino que se creía que era una virtud; las personas que fallecían se transformaban automáticamente en dioses y el fenecer representaba vivir eternamente; aunque no por este hecho todos pensaban en dejar de existir.
Grupos de guerreros, por ejemplo; consideraban morir en batalla como parte de un sacrificio a los dioses, siendo esta acción privilegio y cualidad de unos cuantos, lo cual podría significar también, alguna forma de manejo ideológico y ejercicios de poder, dentro de un grupo social.
Hoy en día podemos conocer la manifestación del culto a la muerte en las civilizaciones prehispánicas (como Miccahuitl); por medio de esculturas, pinturas, códices y leyendas, de los cuales se deduce que dicho culto, más que un ciclo era concebido como un proceso ritual basado en mitos dualistas como la lucha entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, el día y la noche, el frío y el calor; aquí cabe mencionar esta leyenda: Fray Bernardino de Sahagún (La Historia General de la Nueva España), describe a Tezcatlipoca como el dios de la fatalidad considerándolo una de las deidades más extrañas y enigmáticas que, como ninguna otra de las creaciones míticas de los mexicanos, parece sentir y pensar, convirtiéndose en un malvado profesional al participar en actos negativos como discordias, enemistades, condicionando guerras y fatalidades.
Es un dios representado por un jaguar, que; como fiera y para poder asaltar al hombre de noche, devora al sol, es el que priva al mundo de luz y calor, es el que lo sabe todo. Es también Yoalli Ehecatl (Viento Helado) ‘Sombra Gris’, su nombre significa ‘Espejo que humea’, ya que donde debería estar el pie que le falta lleva aquel funesto espejo, con el que ve todo lo que sucede en la Tierra.
En la antigüedad se le temía más a Tezcatlipoca como dios de la fatalidad y la maldad que a la propia muerte. Dentro de las creencias del México antiguo en torno a la vida eterna y la estratificación después de morir; se puede decir que de todas las culturas, la mexica, por su origen de pueblo guerrero; estaba ligada íntimamente al acto de morir.
Los aztecas o mexicas consideraban que el universo estaba integrado por dos planos, uno vertical y otro horizontal, en el punto donde se cruzaban estaba el centro u ‘ombligo’ del mundo y es ahí donde se encuentra localizado el Templo Mayor de los aztecas (en el Zócalo de la ciudad de México). Por eso este lugar se considera sagrado; el mexica es el pueblo elegido, es el centro del universo; consideraban arriba como el nivel celeste y abajo el inframundo. En el primero hay trece cielos; empezando en donde están la luna y las nubes; en el segundo las estrellas, el tercero es el camino que sigue el sol diariamente; en el cuarto está Venus; por el quinto pasan los cometas; los siguientes tres se representan con colores; en el octavo se forman las tempestades; a partir del noveno se encuentran los dioses.
El nivel inferior o inframundo, tiene nueve pasos antes de llegar al Mictlán (Mundo de los Muertos). Dentro de las costumbres funerarias de los aztecas; al morir una persona se le doblaban las piernas en actitud de estar sentado, amarraban sus brazos y piernas firmemente al cuerpo, para depositarlos después en un lienzo acabado de tejer, al cadáver le colocaban una piedra verde en la boca que simbolizaba el corazón del difunto, mismo que tendría que ser entregado a los dioses durante su camino al Mictlán, a continuación cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban a él un petate. Consideraban que después de transcurrir cuatro años de fallecer, el muerto llegaba a su destino final, ocupando su lugar en el noveno inframundo donde reposará eternamente.
Entre los nahuas de la sierra norte de Puebla, realizan varios procedimientos rituales al morir una persona que permiten lidiar con la mortandad y la muerte. En principio, al muerto se le baña, viste, y sepulta; en ese proceso intervienen un número considerable de personas; así que, todo aquel que estuvo en contacto con él, debe ser “limpiado”. La teoría nahua considera que los difuntos desprenden mihkayotl -es decir, mortandad- que impregna todo lo vivo y lo marchita. Para lidiar con este efluvio nefasto se realiza el ritual de nawi tonale, destinado principalmente a enfriar y barrer a las personas y objetos que estuvieron en contacto con el muerto. De lo contrario, marchitarán la vida vegetal y animal.
La comida es otro elemento vital en la relación entre vivos y muertos en la tradición nahua. Desde el primer día que el difunto está tendido, aún en su domicilio, se coloca un plato de comida a lado de su féretro. Así será en lo subsecuente hasta que se le lleve a sepultar. El día de la sepultura se colocará nuevamente comida encima de su tumba. De hecho, siempre que se establece una relación “delicada” la comida está presente; las divinidades son convencidas mediante alimentos: ellas mismas solicitan ciertos platillos o bebidas, además de ceras y flores, sobre todo en ciertos contextos de enfermedad.
Es decir, la dotación de alimentos, flores y ceras están presentes y, por lo general, median las relaciones que establecen humanos y no-humanos, los nahuas y los no nahuas. Del mismo modo, el día del entierro se lleva comida a la sepultura y se coloca un plato de comida en el sitio donde estuvo tendido el difunto. Además, en su ataúd, el muerto lleva consigo 7 tortillas miniaturizadas de maíz y 7 tortillitas de ceniza, un guaje con agua y tapado con zacate. Todo este alimento es su itacate para el viaje.
Se lleva consigo, además, costales con su ropa y, en caso de ser varón, lleva en miniatura un arado y un machete de madera para trabajar en el otro mundo. Las mujeres, por su parte, llevan un telar de cintura miniatura, además de dos pequeñas ollas de barro con ceniza del fogón y de temazcal, todo ello para refundar su hogar en okse Tlaltikpak.
Los niños y los no casados, además de los chamanes, tienen un destino post mortem distinto. En el primer caso, dado que no son personas “completas”, su destino no es el Miktlan. En el caso de los chamanes, al morir se suman a las divinidades pluviales.
De tal manera que la concepción que tenían los antiguos mexicanos de la muerte era diversa; ellos pensaban que al morir existía una metamorfosis o transformación, primero se convertían en sol, después en ave (generalmente en colibrí) y posteriormente llegaban al paraíso de Tláloc o Tlalocan. Esto dependía del género de muerte en que se abandonara la vida, los que morían sacrificados o en combate se convertían en compañeros del Sol, al igual que las mujeres que morían durante el parto y los que morían ahogados o de enfermedades hídricas (ocasionadas por el agua) iban a Tlalocan (lugar de Tláloc, dios del agua).
Cabe mencionar que en la época prehispánica no se tenían los conceptos de cielo e infierno; en otras culturas como la de los mayas del sureste de México, los señores escogían plataformas de sus templos para el reposo eterno, estas circundaban las tumbas de los gobernantes como muestra de honor y respeto, el cadáver se colocaba sentado en un ataúd de madera acompañado de ofrendas de cerámica y otros utensilios y bienes.
Como parte de esta ceremonia luctuosa, se sacrificaban de uno a tres individuos, generalmente niños y adolescentes que acompañarían en su ‘viaje’ al muerto. El difunto principal era rodeado por hermosos vasos funerarios, metales, bebidas y alimentos, así como los enseres para su preparación. El cadáver se adornaba con perlas, jade, garras de jaguar, incensarios de barro, algunos con adornos alusivos a la muerte así como tejidos finamente trabajados.
Opinión
“Origen de las Calaveritas de Azúcar”, por Heidy Wagner Laclette
Publicado
7 meses tieneon
5 octubre, 2024Por
REDACCION
La tradición de pedir calaverita en México se originó en la época colonial y tiene su origen en la herencia del Día de Muertos prehispánico, el día de Todos los Santos cristiano, y las largas jornadas laborales.
Una leyenda cuenta que la tradición se originó cuando un niño macehual (Los macehuales eran una clase social en la sociedad azteca que se encontraba por encima de los esclavos, pero por debajo de los nobles. Se dedicaban principalmente a la agricultura y la producción artesanal, eintercambiaban sus productos en el comercio local o regional), este niño no tenía dinero para poner la ofrenda a sus muertos y decidió pintarse la cara para que le dieran comida, pan y fruta.
Las calaveritas de azúcar, por su parte, tienen su origen en el «tzompantli», altar utilizado en la antigüedad en el que se colocaban cráneos como recuerdo de los seres queridos que fallecían.
Ahora bien, el arte del azúcar llegó al Nuevo Mundo de la mano de los misioneros italianos en el siglo XVII . La primera mención del arte del azúcar en la Iglesia se remonta a Palermo, en la época de Pascua, cuando se hacían pequeños corderos y ángeles de azúcar para adornar los altares laterales de la Iglesia Católica.
México, un país con una producción azucarera abundante y demasiado pobre para comprar elegantes decoraciones para iglesias importadas de Europa, aprendió rápidamente de los frailes a hacer arte en azúcar para sus festividades religiosas. Las figuras de azúcar moldeadas en arcilla de ángeles, ovejas y calaveras de azúcar se remontan al período colonial del siglo XVIII.
Las calaveras de azúcar representaban un alma difunta, tenían el nombre escrito en la frente y se colocaban en la ofrenda o lápida del hogar para honrar el regreso de un espíritu en particular. El arte con calaveras de azúcar refleja el estilo de arte popular de grandes sonrisas felices, glaseado colorido y adornos brillantes de hojalata. Las calaveras de azúcar requieren mucha mano de obra y se fabrican en lotes muy pequeños en las casas de los fabricantes de calaveras de azúcar. Estos maravillosos artesanos están desapareciendo a medida que las calaveras de caramelo fabricadas e importadas ocupan su lugar.
Una de las técnicas que introdujeron los españoles en México, fue el alfeñique, la cual a su vez tiene su origen en la cultura árabe. Así, el alfeñique utiliza azúcar, agua caliente, clara de huevo y limón para crear una masa moldeadora parecida al caramelo llamada “chautle” y así, realizar diferentes figuras, como las famosas calaveritas de dulce para el Día de Muertos.
Aunque su elaboración es delicada, con el alfeñique es posible hacer no solo calaveritas, sino también ataúdes, tumbas, mariachis, cocineras, calacas y catrinas, las cuales suelen colocarse en las ofrendas. Actualmente, el alfeñique es una técnica reconocida que incluso tiene festivales en estados como Puebla, Guanajuato, Estado de México, Michoacán y Oaxaca, donde se puede apreciar cómo los artesanos trabajan esta técnica con distintos moldes.
El proceso para elaborar calaveritas con la técnica de alfeñique se denomina “vaciado”, en la cual el azúcar se disuelve en agua y se deja hervir por una media hora hasta que espese, agregándole un poco de limón. Una vez que la mezcla está espesa, los artesanos baten rápidamente para que esta logre cristalizar y pueda ser vaciada en moldes generalmente de barro, aunque también se usan de madera y bronce.
Cuando el azúcar empieza a cuajar, el molde se voltea rápidamente para que un poco de la miel interior escurra y las calaveras queden huecas. Por último, las calaveras se sacan del molde ya secas y se decoran con “betún”, hecho con clara de huevo, azúcar glass y colorantes.