Opinión
El capricho de Camacho Guzmán, por Leopoldo Peralta
Publicado
2 años tieneon
Por
Staff
Mi llegada en 1982 a la presidencia municipal fue un capricho del exgobernador Rafael Camacho Guzmán.
En enero de 1982 fui a invitar al gobernador Camacho a una fiesta sorpresa que le hacían a mi padre, Don Leopoldo Peralta D.C., por sus 70 años el 8 de febrero de 1982. Don Rafael aceptó citarlo a desayunar ese 8 de febrero en la Mansión Galindo para que se diera la sorpresa y Don Leopoldo encontrara ese día a todos sus invitados, muchos amigos extranjeros.
Al despedirme en la oficina del gobernador, me dijo no se vaya, siéntese y dígame ¿acepta ser presidente municipal de San Juan del Río?. Yo creí que estaba bromeando y me reí. Me dijo quiero que en este momento me responda, y le dije yo manejo una empresa de 300 obreros y debo consultar esto con mi padre. Esa tarde lo llamé a Houston y su respuesta fue: somos empresarios, no políticos y no puedes dejar tu responsabilidad. Así que no puedes aceptar.
A la semana siguiente fui a darle las gracias a Don Rafael y él me dijo, déjeme este asunto de mi cuenta.
A las pocas semanas me dijo mi padre, decide lo que tú quieras, ya es insoportable la presión del gobernador. Finalmente acepté y todo empezó como una luna de miel, invitaciones a comer a toda mi familia por parte del gobernador. Antes de tomar protesta como candidato, Don Palemón Ríos líder de los campesinos se opuso a mi nombramiento, “el gobernador lo llamó para que se alineara”.
Me acuerdo que Don Palemón me acompañó a mi campaña, en ese entonces no competía ningún otro partido. Así fue como conocí todo el municipio y acompañé en algunas giras a los candidatos a senadores Mariano Palacios y Silvia Hernández.
Don Rafael Camacho se había burlado del CEN del PRI que había designado a Fernando Ortiz Arana candidato a senador, y fue a ver al secretario de Gobernación al Lic. Olivares Santana y logró sustituirlo por el Lic. Palacios Alcocer.
También recuerdo como humillaba al exgobernador Antonio Calzada a quien en su toma de protesta como gobernador, lo obligó a salir del auditorio.
Finalmente terminé mi campaña y me impresionó mucho la pobreza que había en las comunidades, en muchas no había agua potable y los campesinos bebían agua de los bordos y de los charcos, y muchos niños morían de desinteria. Este hecho me comprometió más a trabajar por San Juan.
Uno de mis primeros objetivos fue terminar el Hospital General de Av. Juárez que tenía seis años sin terminarse. Visité al Lic. Carlos Salinas de Gortari que era secretario de Programación y Presupuesto en la administración del Lic. Miguel de la Madrid. En su despacho le habló al Dr. Soberón quien era secretario de Salubridad, y le dijo quiero que en tres meses se termine el hospital general de San Juan del Río y así fue.
Las relaciones con el gobernador empezaron a empeorar por la grilla que hacía Rubén Galicia y compañía presidente del Comité Directivo Estatal del PRI. En ese entonces visité al director de Pemex Lic. Mario Ramón Beteta, quien me donó para San Juan dieciséis kilómetros de tubería de 4”, a la estación de ferrocarril llegaron muchos furgones cargados con esa tubería, que sirvió para dar agua potable a muchas comunidades.
Con mucho esfuerzo me decidí a llevar a cabo la construcción de un auditorio para dos mil personas pues el único lugar que servía de auditorio era el Cinelandia, donde me tocó rendir protesta.
Volviendo al CECUCO, con apoyos de empresarios y de mi familia terminamos el Centro Cultural y de Convenciones José María Morelos y Pavón (CECUCO).
Otra obra significativa fue la ampliación del Mercado Reforma, para el que tramité un crédito con Banobras y no se me autorizó porque el gobernador no quiso dar el aval. Entonces tuve que acercarme al director de Banobras Lic. Creel de la Barra que después de tres visitas y verme tan agobiado me autorizó el crédito sin el aval del gobernador.
En los tres años de mi administración no pasaron más de las diez visitas que el gobernador hizo a San Juan, no asistió a ninguno de mis informes, ni a ninguna inauguración de las ferias.
Casi en la mayoría de los dieciocho municipios se hicieron nuevas y modernas presidencias municipales y San Juan fue castigado.
En fin me di a la tarea de servir y hacer una administración honesta, tuvimos un premio por ser el mejor municipio que presentaba a tiempo sus cuentas públicas, en ese entonces el tesorero era el expresidente municipal, C.P. Francisco Layseca.
En materia de educación se logró traer a San Juan la extensión de la Universidad Autónoma de Querétaro gracias al esfuerzo del rector Lic. Braulio Guerra (qepd), al gobernador no le pareció porque dijo que él había terminado 3er. Grado de primaria y había llegado a senador y gobernador.
Cuando mi padre se enteró de las humillaciones que me hacía el gobernador, lo citó en el rancho que tenía mi padre en el Municipio de Colón y le dijo, miré Don Rafael si a usted no le gusta cómo trabaja mi hijo aquí está su renuncia y seguimos tan amigos. Don Rafael no quiso aceptar la renuncia, y un poco se mejoraron las relaciones.
Al final de la administración, mi esposa Carmiña quien por cierto se había entregado a servir a las personas desprotegidas, y hasta la fecha se lo reconocen, recibió una llamada de la Sra. Nadine esposa del gobernador quien nos invitó a una cena al Rancho Santa Adelaida para agradecer el trabajo que habíamos hecho. Invitaron a mis padres y a mis hermanos. Finalmente en esa cena unos días antes de terminar tanto el gobernador como yo, fumamos la pipa de la paz.
Yo no soy nadie para juzgar, Don Rafael tenía su estilo de gobernar y gracias a Don Fidel Velázquez le llegaron muchos recursos y la gente le reconoce su trabajo.
Una anécdota, por ahí del año 1984, Don Rafael tuvo una desafortunada expresión, diciendo que el presidente Miguel de la Madrid no era amigo de la clase obrera. De inmediato los medios lo criticaron y en especial Alfredo del Mazo gobernador del Estado de México.
Esa noche me habló a mi casa el oficial mayor de gobernación Lic. Corrales Ayala, que después fue Gobernador de Guanajuato, quien me dijo: Leopoldo, no salgas a ningún lado porque estás en la terna para la gubernatura interina, y mañana sale don Rafael de la gubernatura.
Finalmente me enteré que intervino Fidel Velázquez quien lo salvó de esta aventura.
En el año de 1991, el entonces presidente Lic. Carlos Salinas de Gortari me había postulado a senador, y la noche anterior al registro, Emilio Gamboa Patrón, quien era su secretario particular me bajó a senador suplente y subió a su cuñado Ernesto Luque Feregrino (qepd) a senador propietario.
En la administración 2009-2012 de San Juan del Río, el cabildo autorizó que la calle donde está el CECUCO (Centro Cultural y de Convenciones José María Morelos y Pavón) lleve el nombre del Ing. Leopoldo Peralta Navarrete.
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Opinión
Otro programa para limpiar el Río San Juan
Publicado
2 meses tieneon
18 febrero, 2025Por
Staff
Por: «El palomo de la 57»
Este martes el alcalde Roberto Cabrera encabezó un programa más para la limpieza del Río San Juan.
Si bien es cierto, la limpieza del Río San Juan debe ser imperativo para evitar tragedias como la ocurrida en 2021 en La Rueda, pero no debe quedar ahí.
El Río San Juan representa un importante atractivo turístico en la región. Cuentan los sanjuenenses de antaño que era muy limpio, con agua transparente en la que incluso los fines de semana se podía ir a nadar y disfrutar con la familia.
El día de hoy está convertido en un estanque de aguas sucias que podrían generar un foco de infección e incluso se han reportado asaltos en el camino que conduce del Paso de los Guzmán al Puente de la Historia.
Opinión
El rito a la muerte de los antiguos mexicanos, por Heidy Wagner Laclette
Publicado
6 meses tieneon
21 octubre, 2024Por
REDACCION
En ocasiones nos preguntamos qué fue primero ¿el rito o el mito?, para ubicarnos mejor en esta concepción; en la memoria colectiva se tiene la creencia en fenómenos inexplicables asociados a la naturaleza o que no tienen una explicación lógica; así surgen las leyendas y los mitos; del arraigo de estas creencias surgen los ritos, que se convierten en tradiciones que pasan de generación en generación.
Para los antiguos mexicanos, muchos años antes de la conquista, existían mitos que se convirtieron en ritos en torno a la muerte. Se creía que el que fallecía viajaba al Mictlán o lugar de los Muertos donde viviría eternamente. El miedo a perecer no sólo no era común, sino que se creía que era una virtud; las personas que fallecían se transformaban automáticamente en dioses y el fenecer representaba vivir eternamente; aunque no por este hecho todos pensaban en dejar de existir.
Grupos de guerreros, por ejemplo; consideraban morir en batalla como parte de un sacrificio a los dioses, siendo esta acción privilegio y cualidad de unos cuantos, lo cual podría significar también, alguna forma de manejo ideológico y ejercicios de poder, dentro de un grupo social.
Hoy en día podemos conocer la manifestación del culto a la muerte en las civilizaciones prehispánicas (como Miccahuitl); por medio de esculturas, pinturas, códices y leyendas, de los cuales se deduce que dicho culto, más que un ciclo era concebido como un proceso ritual basado en mitos dualistas como la lucha entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, el día y la noche, el frío y el calor; aquí cabe mencionar esta leyenda: Fray Bernardino de Sahagún (La Historia General de la Nueva España), describe a Tezcatlipoca como el dios de la fatalidad considerándolo una de las deidades más extrañas y enigmáticas que, como ninguna otra de las creaciones míticas de los mexicanos, parece sentir y pensar, convirtiéndose en un malvado profesional al participar en actos negativos como discordias, enemistades, condicionando guerras y fatalidades.
Es un dios representado por un jaguar, que; como fiera y para poder asaltar al hombre de noche, devora al sol, es el que priva al mundo de luz y calor, es el que lo sabe todo. Es también Yoalli Ehecatl (Viento Helado) ‘Sombra Gris’, su nombre significa ‘Espejo que humea’, ya que donde debería estar el pie que le falta lleva aquel funesto espejo, con el que ve todo lo que sucede en la Tierra.
En la antigüedad se le temía más a Tezcatlipoca como dios de la fatalidad y la maldad que a la propia muerte. Dentro de las creencias del México antiguo en torno a la vida eterna y la estratificación después de morir; se puede decir que de todas las culturas, la mexica, por su origen de pueblo guerrero; estaba ligada íntimamente al acto de morir.
Los aztecas o mexicas consideraban que el universo estaba integrado por dos planos, uno vertical y otro horizontal, en el punto donde se cruzaban estaba el centro u ‘ombligo’ del mundo y es ahí donde se encuentra localizado el Templo Mayor de los aztecas (en el Zócalo de la ciudad de México). Por eso este lugar se considera sagrado; el mexica es el pueblo elegido, es el centro del universo; consideraban arriba como el nivel celeste y abajo el inframundo. En el primero hay trece cielos; empezando en donde están la luna y las nubes; en el segundo las estrellas, el tercero es el camino que sigue el sol diariamente; en el cuarto está Venus; por el quinto pasan los cometas; los siguientes tres se representan con colores; en el octavo se forman las tempestades; a partir del noveno se encuentran los dioses.
El nivel inferior o inframundo, tiene nueve pasos antes de llegar al Mictlán (Mundo de los Muertos). Dentro de las costumbres funerarias de los aztecas; al morir una persona se le doblaban las piernas en actitud de estar sentado, amarraban sus brazos y piernas firmemente al cuerpo, para depositarlos después en un lienzo acabado de tejer, al cadáver le colocaban una piedra verde en la boca que simbolizaba el corazón del difunto, mismo que tendría que ser entregado a los dioses durante su camino al Mictlán, a continuación cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban a él un petate. Consideraban que después de transcurrir cuatro años de fallecer, el muerto llegaba a su destino final, ocupando su lugar en el noveno inframundo donde reposará eternamente.
Entre los nahuas de la sierra norte de Puebla, realizan varios procedimientos rituales al morir una persona que permiten lidiar con la mortandad y la muerte. En principio, al muerto se le baña, viste, y sepulta; en ese proceso intervienen un número considerable de personas; así que, todo aquel que estuvo en contacto con él, debe ser “limpiado”. La teoría nahua considera que los difuntos desprenden mihkayotl -es decir, mortandad- que impregna todo lo vivo y lo marchita. Para lidiar con este efluvio nefasto se realiza el ritual de nawi tonale, destinado principalmente a enfriar y barrer a las personas y objetos que estuvieron en contacto con el muerto. De lo contrario, marchitarán la vida vegetal y animal.
La comida es otro elemento vital en la relación entre vivos y muertos en la tradición nahua. Desde el primer día que el difunto está tendido, aún en su domicilio, se coloca un plato de comida a lado de su féretro. Así será en lo subsecuente hasta que se le lleve a sepultar. El día de la sepultura se colocará nuevamente comida encima de su tumba. De hecho, siempre que se establece una relación “delicada” la comida está presente; las divinidades son convencidas mediante alimentos: ellas mismas solicitan ciertos platillos o bebidas, además de ceras y flores, sobre todo en ciertos contextos de enfermedad.
Es decir, la dotación de alimentos, flores y ceras están presentes y, por lo general, median las relaciones que establecen humanos y no-humanos, los nahuas y los no nahuas. Del mismo modo, el día del entierro se lleva comida a la sepultura y se coloca un plato de comida en el sitio donde estuvo tendido el difunto. Además, en su ataúd, el muerto lleva consigo 7 tortillas miniaturizadas de maíz y 7 tortillitas de ceniza, un guaje con agua y tapado con zacate. Todo este alimento es su itacate para el viaje.
Se lleva consigo, además, costales con su ropa y, en caso de ser varón, lleva en miniatura un arado y un machete de madera para trabajar en el otro mundo. Las mujeres, por su parte, llevan un telar de cintura miniatura, además de dos pequeñas ollas de barro con ceniza del fogón y de temazcal, todo ello para refundar su hogar en okse Tlaltikpak.
Los niños y los no casados, además de los chamanes, tienen un destino post mortem distinto. En el primer caso, dado que no son personas “completas”, su destino no es el Miktlan. En el caso de los chamanes, al morir se suman a las divinidades pluviales.
De tal manera que la concepción que tenían los antiguos mexicanos de la muerte era diversa; ellos pensaban que al morir existía una metamorfosis o transformación, primero se convertían en sol, después en ave (generalmente en colibrí) y posteriormente llegaban al paraíso de Tláloc o Tlalocan. Esto dependía del género de muerte en que se abandonara la vida, los que morían sacrificados o en combate se convertían en compañeros del Sol, al igual que las mujeres que morían durante el parto y los que morían ahogados o de enfermedades hídricas (ocasionadas por el agua) iban a Tlalocan (lugar de Tláloc, dios del agua).
Cabe mencionar que en la época prehispánica no se tenían los conceptos de cielo e infierno; en otras culturas como la de los mayas del sureste de México, los señores escogían plataformas de sus templos para el reposo eterno, estas circundaban las tumbas de los gobernantes como muestra de honor y respeto, el cadáver se colocaba sentado en un ataúd de madera acompañado de ofrendas de cerámica y otros utensilios y bienes.
Como parte de esta ceremonia luctuosa, se sacrificaban de uno a tres individuos, generalmente niños y adolescentes que acompañarían en su ‘viaje’ al muerto. El difunto principal era rodeado por hermosos vasos funerarios, metales, bebidas y alimentos, así como los enseres para su preparación. El cadáver se adornaba con perlas, jade, garras de jaguar, incensarios de barro, algunos con adornos alusivos a la muerte así como tejidos finamente trabajados.
Opinión
“Origen de las Calaveritas de Azúcar”, por Heidy Wagner Laclette
Publicado
7 meses tieneon
5 octubre, 2024Por
REDACCION
La tradición de pedir calaverita en México se originó en la época colonial y tiene su origen en la herencia del Día de Muertos prehispánico, el día de Todos los Santos cristiano, y las largas jornadas laborales.
Una leyenda cuenta que la tradición se originó cuando un niño macehual (Los macehuales eran una clase social en la sociedad azteca que se encontraba por encima de los esclavos, pero por debajo de los nobles. Se dedicaban principalmente a la agricultura y la producción artesanal, eintercambiaban sus productos en el comercio local o regional), este niño no tenía dinero para poner la ofrenda a sus muertos y decidió pintarse la cara para que le dieran comida, pan y fruta.
Las calaveritas de azúcar, por su parte, tienen su origen en el «tzompantli», altar utilizado en la antigüedad en el que se colocaban cráneos como recuerdo de los seres queridos que fallecían.
Ahora bien, el arte del azúcar llegó al Nuevo Mundo de la mano de los misioneros italianos en el siglo XVII . La primera mención del arte del azúcar en la Iglesia se remonta a Palermo, en la época de Pascua, cuando se hacían pequeños corderos y ángeles de azúcar para adornar los altares laterales de la Iglesia Católica.
México, un país con una producción azucarera abundante y demasiado pobre para comprar elegantes decoraciones para iglesias importadas de Europa, aprendió rápidamente de los frailes a hacer arte en azúcar para sus festividades religiosas. Las figuras de azúcar moldeadas en arcilla de ángeles, ovejas y calaveras de azúcar se remontan al período colonial del siglo XVIII.
Las calaveras de azúcar representaban un alma difunta, tenían el nombre escrito en la frente y se colocaban en la ofrenda o lápida del hogar para honrar el regreso de un espíritu en particular. El arte con calaveras de azúcar refleja el estilo de arte popular de grandes sonrisas felices, glaseado colorido y adornos brillantes de hojalata. Las calaveras de azúcar requieren mucha mano de obra y se fabrican en lotes muy pequeños en las casas de los fabricantes de calaveras de azúcar. Estos maravillosos artesanos están desapareciendo a medida que las calaveras de caramelo fabricadas e importadas ocupan su lugar.
Una de las técnicas que introdujeron los españoles en México, fue el alfeñique, la cual a su vez tiene su origen en la cultura árabe. Así, el alfeñique utiliza azúcar, agua caliente, clara de huevo y limón para crear una masa moldeadora parecida al caramelo llamada “chautle” y así, realizar diferentes figuras, como las famosas calaveritas de dulce para el Día de Muertos.
Aunque su elaboración es delicada, con el alfeñique es posible hacer no solo calaveritas, sino también ataúdes, tumbas, mariachis, cocineras, calacas y catrinas, las cuales suelen colocarse en las ofrendas. Actualmente, el alfeñique es una técnica reconocida que incluso tiene festivales en estados como Puebla, Guanajuato, Estado de México, Michoacán y Oaxaca, donde se puede apreciar cómo los artesanos trabajan esta técnica con distintos moldes.
El proceso para elaborar calaveritas con la técnica de alfeñique se denomina “vaciado”, en la cual el azúcar se disuelve en agua y se deja hervir por una media hora hasta que espese, agregándole un poco de limón. Una vez que la mezcla está espesa, los artesanos baten rápidamente para que esta logre cristalizar y pueda ser vaciada en moldes generalmente de barro, aunque también se usan de madera y bronce.
Cuando el azúcar empieza a cuajar, el molde se voltea rápidamente para que un poco de la miel interior escurra y las calaveras queden huecas. Por último, las calaveras se sacan del molde ya secas y se decoran con “betún”, hecho con clara de huevo, azúcar glass y colorantes.


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