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Opinión

Memorias de una maestra del siglo pasado en la Nueva Escuela Mexicana, por la maestra Lorena Reséndiz Mendoza

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Soy docente, trabajo en la Esc. Multigrado de Tiempo Completo Lic. Adolfo López Mateos, ubicada en el Barrio de la Concepción, en el municipio de San Juan del Río, Qro. Mi escuela,como la llamo con mucho cariño y respeto, tiene más de 50 años de haber sido construida en uno de los seis barrios que formaban el antiguo San Juan del Río. Ubicada en terrenos que formaban parte de los ejidos destinados a la siembra de duraznos, perales, aguacates, granadas y maíz y cercana al río San Juan, cuyas aguas regaban las inmensas huertas, hoy prevalece erguida en el tiempo, las casas invadieron los sembradíos, la construcción de fraccionamientos de lujo contrastan con la cotidianeidad del barrio, cuya historia y tradiciones se niegan a desaparecer, la proximidad con la fatídica autopista cincuenta y siete y la importante fábrica de mezclilla avecindada en el lugar, ha dado paso a la migración de familias de distintas partes de la República que buscan un lugar entre los habitantes tradicionales del lugar.

La escuela no está ajena a las tradiciones de las familias fundadoras del barrio, su festividad a la virgen de la Concepción, la ceremonia especial que se hace al Señor del Santo Entierro, con su sincretismo y solemnidad permea la vida y costumbres de las familias, ya que pasa de generación en generación, formando un ejército de cargos y responsabilidades entre la fraternidad que forman los socios a esta devoción antiquísima. Los usos y costumbres permanecen arraigados entre los habitantes y vida de los alumnos.

La vida escolar cada día es una aventura, ningún día en el aula es igual a otro, las experiencias con los alumnos y alumnas, con las familias, con la vida cotidiana es totalmente diferente día a día; en la escuela laboramos cuatro docentes, dos de nosotras atendemos dos grupos cada una, además de atender el grupo de 5º y 6º grado, funjo como directora comisionada, con todas las responsabilidades, compromisos y funciones de un director liberado. Como docentes sabemos y asumimos que tenemos un gran compromiso con los alumnos y alumnas de la comunidad educativa, siempre estamos buscando innovar la práctica docente, ser creativas, motivadoras y generar estrategias que lleven a los educandos al máximo logro de los aprendizajes, después de vivir una pandemia que nos hizo replantear la forma de enseñar y aprender, el regreso a clases presenciales nos hizo hacer una autorreflexión sobre nuestra práctica educativa y generar nuevos retos para que los alumnos y alumnas se apropien de nuevos conocimientos y también atender la parte socioemocional tan dañada.

Cuando parecía que todo estaba acomodándose a una nueva normalidad, llega la Reforma Educativa 2022, La Nueva Escuela Mexicana, con cambios tan importantes e impactantes, he de confesar que nos sacudió y de cierta forma nos sacó de nuestra área de confort, conocíamos de pe a pa, el Plan de Estudios 2011, la evaluación y todos sus elementos, de pronto, de asignaturas pasamos a disciplinas, a trabajar por proyectos, a trabajar por Campos Formativos, por Ejes Articuladores y lo más impactante ¡El cambio en los Libros de Texto Gratuitos! Tan acostumbradas estábamos a nuestros queridos libros de texto de tantos años, cada uno con sus actividades, en mi caso los conocía de memoria; escuchar las noticias sobre los nuevos libros me provocaba incertidumbre, en algunos estados de la República los libros fueron rechazados, quemados, repudiados al grado de decir que no eran aptos ni apropiados para la enseñanza, me hizo pensar que el gobierno de mi estado también tomara la postura de no aceptarlos.

La Nueva Escuela Mexicana siguió su transformación, llegaron los libros a mi escuela, con ellos, un oficio de no hacer entrega a los alumnos hasta que se diera la indicación, así que los resguardé porque varios padres de familia manifestaron su inconformidad y dijeron que no los querían y no permitirían que sus hijos trabajaran con ellos porque había información que incitaba a los niños a pensar de un modo distinto a como ellos educaban en casa, referían que los contenidos dados hablaran de identidades sexuales muy explícitas y que los llevaran a tener una imagen de la sexualidad distorsionada y eso iba en contra de sus creencias y costumbres. Tomé un juego de libros de 6º grado y un fin de semana me di a la tarea de analizarlos, leerlos, con dos tipos de criterios: como docente y como alumna. Es cierto, al principio mi rechazo fue inmediato, había páginas en el libro de Múltiples Lenguajes que solo contenían una letra, un signo, algo incomprensible, sin embargo, hubo lecturas que me gustaron, llamarón mi atención, me llevaron a investigar más, a conocer, como docente, a pensar estrategias de los posibles usos de los libros; como alumna, pensé en usar el celular para acceder a los QR y aprender de una forma diferente a lo tradicional. Nuevamente como docente, me hizo pensar en mi comunidad, en las docentes, en los alumnos, en los padres de familia, ¿Cómo acercarlos a una nueva forma de educar? ¿Cómo hacerles saber que los libros cambiaron? ¡Sí, cambiaron! Sin embargo, hay  cosas positivas en ellos y, reconocer también, que hay cosas por mejorar para llevar a los alumnos a un aprendizaje autónomo, a trabajar diferente, a pensar diferente, a aprender diferente.

Cuando se dio la autorización de hacer entrega a los padres de familia de la nueva familia de los Libros de Texto Gratuitos 2023, convoqué a los padres de familia a una reunión informativa, realicé una dinámica con ellos llamada: Yo cambio, tú cambias, todo cambia. Iniciamos una dinámica para hablar de los cambios que hemos visto a lo largo de nuestra vida, desde que nacimos, hasta lo que somos ahora, la comunidad qué cambios ha tenido, si son positivos, que ocurre si no nos adaptamos a los cambios. Después de sensibilizarlos, hice la actividad “Vendedora de libros” y actué como una vendedora, pregoné los nombres de los libros “Campo Formativo Lenguajes”, hablé de algunas de sus lecturas, los interesé, les pedí que con su celular buscarán la información del código QR de una lectura con intencionalidad preparada para motivarlos a conocerlos, lo mismo hice con los demás libros,permití que los hojearan, que los conocieran, que entre ellos comentarán una crítica positiva y una negativa y que sustentaran sus argumentos, hubo al principio negatividad, sin embargo, como vendedora de libros tengo el poder de convencimiento y mi misión era convencerlos de que adquirir los libros, daría a sus hijos las armas y herramientas para acceder a una educación del siglo XXI, a pesar de estar dentro de una comunidad rural, serán ciudadanos del mundo, con conocimientos, con facilidad de palabra, con sentido crítico para tomar decisiones, opinar, interactuar en distintos ámbitos de su vida presente y futura.

Poco a poco observé que varios padres de familia, sobre todo los más jóvenes, empezaron a hojear los libros, detenerse en algunas lecturas, temas, hubo también críticas negativas sobre algunos temas que consideraban que no eran apropiados para la edad de los alumnos y alumnas, se les hizo recordar que en los libros pasados también esos contenidos estaban presentes, aunque se abordaran de otra manera, hubo quien sí recordó haber estudiado con sus hijos esas tareas. Mostré la colección completa de los nuevos Libros de Texto Gratuitos 2023 y los motivé a conocerlos, les dije que estarían a prueba, que los llevarán a casa, los revisarán en familia, con sus hijos y que si decidían adquirirlos los forraran, les colocaran el nombre de su hijo o hija y les dieran la oportunidad de conocer sus pros y sus contras, si no estaban convencidos, solo los regresaran a la escuela tal cual se los llevaron.

Toda esta actividad se llevó en un fin de semana, para el día lunes, al observar la llegada de los alumnos con sus libros forrados y con su nombre, me di cuenta que mi trabajo como vendedora de libros tuvo éxito, ahora la siguiente misión era vincular los libros de texto gratuitos a mi planeación, a mi trabajo por proyectos y mis estrategias de evaluación formativa; tampoco puedo afirmar que se logró en un 100%, dos alumnos no forraron los libros, pero están trabajando con ellos, están aprendiendo, estoy observando y registrando resultados, productos, trabajo y aprendizaje.

Como docente, busco generar altas expectativas en mis alumnos para seguir aprendiendo y de la mejor manera, ahora el uso de los nuevos libros nos ha llevado a nuevos retos, a buscar distintas estrategias de trabajo, a conocerlos, usarlos, sentirlos y tratar de aprender a través de ellos.

El momento del cambio llegó, pero con los códigos QR que los libros ofrecen batallamos, los alumnos no llevan celular y la escuela no tiene ni computadoras para trabajar con ellos

Ahora sé que todo está en la manera en como los docentes mostramos una apertura a la transformación y convertir los obstáculos que nosotras mismas nos colgamos por áreas de oportunidad a mejorar en beneficio propio y de los alumnos que están en el aula, la escuela, la familia y la comunidad, aún hay mucho por conocer, apropiarnos y aprender sobre la Nueva Escuela Mexicana pero lo importante es “que mientras estemos aprendiendo, no estamos fallando”. Estoy por iniciar un nuevo ciclo escolar y la incertidumbre está latente, no hay Plan de Estudios impreso, no hay libros y me pregunto: ¿Esta rimbombante escuela mexicana, sacará a mi país de la desigualdad?

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El rito a la muerte de los antiguos mexicanos, por Heidy Wagner Laclette

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En ocasiones nos preguntamos qué fue primero ¿el rito o el mito?, para ubicarnos mejor en esta concepción; en la memoria colectiva se tiene la creencia en fenómenos inexplicables asociados a la naturaleza o que no tienen una explicación lógica; así surgen las leyendas y los mitos; del arraigo de estas creencias surgen los ritos, que se convierten en tradiciones que pasan de generación en generación.

Para los antiguos mexicanos, muchos años antes de la conquista, existían mitos que se convirtieron en ritos en torno a la muerte. Se creía que el que fallecía viajaba al Mictlán o lugar de los Muertos donde viviría eternamente. El miedo a perecer no sólo no era común, sino que se creía que era una virtud; las personas que fallecían se transformaban automáticamente en dioses y el fenecer representaba vivir eternamente; aunque no por este hecho todos pensaban en dejar de existir.

Grupos de guerreros, por ejemplo; consideraban morir en batalla como parte de un sacrificio a los dioses, siendo esta acción privilegio y cualidad de unos cuantos, lo cual podría significar también, alguna forma de manejo ideológico y ejercicios de poder, dentro de un grupo social.

Hoy en día podemos conocer la manifestación del culto a la muerte en las civilizaciones prehispánicas (como Miccahuitl); por medio de esculturas, pinturas, códices y leyendas, de los cuales se deduce que dicho culto, más que un ciclo era concebido como un proceso ritual basado en mitos dualistas como la lucha entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, el día y la noche, el frío y el calor; aquí cabe mencionar esta leyenda: Fray Bernardino de Sahagún (La Historia General de la Nueva España), describe a Tezcatlipoca como el dios de la fatalidad considerándolo una de las deidades más extrañas y enigmáticas que, como ninguna otra de las creaciones míticas de los mexicanos, parece sentir y pensar, convirtiéndose en un malvado profesional al participar en actos negativos como discordias, enemistades, condicionando guerras y fatalidades.

 Es un dios representado por un jaguar, que; como fiera y para poder asaltar al hombre de noche, devora al sol, es el que priva al mundo de luz y calor, es el que lo sabe todo. Es también Yoalli Ehecatl (Viento Helado) ‘Sombra Gris’, su nombre significa ‘Espejo que humea’, ya que donde debería estar el pie que le falta lleva aquel funesto espejo, con el que ve todo lo que sucede en la Tierra.

En la antigüedad se le temía más a Tezcatlipoca como dios de la fatalidad y la maldad que a la propia muerte. Dentro de las creencias del México antiguo en torno a la vida eterna y la estratificación después de morir; se puede decir que de todas las culturas, la mexica, por su origen de pueblo guerrero; estaba ligada íntimamente al acto de morir.

Los aztecas o mexicas consideraban que el universo estaba integrado por dos planos, uno vertical y otro horizontal, en el punto donde se cruzaban estaba el centro u ‘ombligo’ del mundo y es ahí donde se encuentra localizado el Templo Mayor de los aztecas (en el Zócalo de la ciudad de México). Por eso este lugar se considera sagrado; el mexica es el pueblo elegido, es el centro del universo; consideraban arriba como el nivel celeste y abajo el inframundo. En el primero hay trece cielos; empezando en donde están la luna y las nubes; en el segundo las estrellas, el tercero es el camino que sigue el sol diariamente; en el cuarto está Venus; por el quinto pasan los cometas; los siguientes tres se representan con colores; en el octavo se forman las tempestades; a partir del noveno se encuentran los dioses.

El nivel inferior o inframundo, tiene nueve pasos antes de llegar al Mictlán (Mundo de los Muertos). Dentro de las costumbres funerarias de los aztecas; al morir una persona se le doblaban las piernas en actitud de estar sentado, amarraban sus brazos y piernas firmemente al cuerpo, para depositarlos después en un lienzo acabado de tejer, al cadáver le colocaban una piedra verde en la boca que simbolizaba el corazón del difunto, mismo que tendría que ser entregado a los dioses durante su camino al Mictlán, a continuación cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban a él un petate. Consideraban que después de transcurrir cuatro años de fallecer, el muerto llegaba a su destino final, ocupando su lugar en el noveno inframundo donde reposará eternamente.

Entre los nahuas de la sierra norte de Puebla, realizan varios procedimientos rituales al morir una persona que permiten lidiar con la mortandad y la muerte. En principio, al muerto se le baña, viste, y sepulta; en ese proceso intervienen un número considerable de personas; así que, todo aquel que estuvo en contacto con él, debe ser “limpiado”. La teoría nahua considera que los difuntos desprenden mihkayotl -es decir, mortandad- que impregna todo lo vivo y lo marchita. Para lidiar con este efluvio nefasto se realiza el ritual de nawi tonale, destinado principalmente a enfriar y barrer a las personas y objetos que estuvieron en contacto con el muerto. De lo contrario, marchitarán la vida vegetal y animal.

La comida es otro elemento vital en la relación entre vivos y muertos en la tradición nahua. Desde el primer día que el difunto está tendido, aún en su domicilio, se coloca un plato de comida a lado de su féretro. Así será en lo subsecuente hasta que se le lleve a sepultar. El día de la sepultura se colocará nuevamente comida encima de su tumba. De hecho, siempre que se establece una relación “delicada” la comida está presente; las divinidades son convencidas mediante alimentos: ellas mismas solicitan ciertos platillos o bebidas, además de ceras y flores, sobre todo en ciertos contextos de enfermedad.

Es decir, la dotación de alimentos, flores y ceras están presentes y, por lo general, median las relaciones que establecen humanos y no-humanos, los nahuas y los no nahuas. Del mismo modo, el día del entierro se lleva comida a la sepultura y se coloca un plato de comida en el sitio donde estuvo tendido el difunto. Además, en su ataúd, el muerto lleva consigo 7 tortillas miniaturizadas de maíz y 7 tortillitas de ceniza, un guaje con agua y tapado con zacate. Todo este alimento es su itacate para el viaje.

Se lleva consigo, además, costales con su ropa y, en caso de ser varón, lleva en miniatura un arado y un machete de madera para trabajar en el otro mundo. Las mujeres, por su parte, llevan un telar de cintura miniatura, además de dos pequeñas ollas de barro con ceniza del fogón y de temazcal, todo ello para refundar su hogar en okse Tlaltikpak.

Los niños y los no casados, además de los chamanes, tienen un destino post mortem distinto. En el primer caso, dado que no son personas “completas”, su destino no es el Miktlan. En el caso de los chamanes, al morir se suman a las divinidades pluviales.

De tal manera que la concepción que tenían los antiguos mexicanos de la muerte era diversa; ellos pensaban que al morir existía una metamorfosis o transformación, primero se convertían en sol, después en ave (generalmente en colibrí) y posteriormente llegaban al paraíso de Tláloc o Tlalocan. Esto dependía del género de muerte en que se abandonara la vida, los que morían sacrificados o en combate se convertían en compañeros del Sol, al igual que las mujeres que morían durante el parto y los que morían ahogados o de enfermedades hídricas (ocasionadas por el agua) iban a Tlalocan (lugar de Tláloc, dios del agua).

Cabe mencionar que en la época prehispánica no se tenían los conceptos de cielo e infierno; en otras culturas como la de los mayas del sureste de México, los señores escogían plataformas de sus templos para el reposo eterno, estas circundaban las tumbas de los gobernantes como muestra de honor y respeto, el cadáver se colocaba sentado en un ataúd de madera acompañado de ofrendas de cerámica y otros utensilios y bienes.

Como parte de esta ceremonia luctuosa, se sacrificaban de uno a tres individuos, generalmente niños y adolescentes que acompañarían en su ‘viaje’ al muerto. El difunto principal era rodeado por hermosos vasos funerarios, metales, bebidas y alimentos, así como los enseres para su preparación. El cadáver se adornaba con perlas, jade, garras de jaguar, incensarios de barro, algunos con adornos alusivos a la muerte así como tejidos finamente trabajados.

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“Origen de las Calaveritas de Azúcar”, por Heidy Wagner Laclette

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La tradición de pedir calaverita en México se originó en la época colonial y tiene su origen en la herencia del Día de Muertos prehispánico, el día de Todos los Santos cristiano, y las largas jornadas laborales.

Una leyenda cuenta que la tradición se originó cuando un niño macehual (Los macehuales eran una clase social en la sociedad azteca que se encontraba por encima de los esclavos, pero por debajo de los nobles. Se dedicaban principalmente a la agricultura y la producción artesanal, eintercambiaban sus productos en el comercio local o regional), este niño no tenía dinero para poner la ofrenda a sus muertos y decidió pintarse la cara para que le dieran comida, pan y fruta.

Las calaveritas de azúcar, por su parte, tienen su origen en el «tzompantli», altar utilizado en la antigüedad en el que se colocaban cráneos como recuerdo de los seres queridos que fallecían.

Ahora bien, el arte del azúcar llegó al Nuevo Mundo de la mano de los misioneros italianos en el siglo XVII . La primera mención del arte del azúcar en la Iglesia se remonta a Palermo, en la época de Pascua, cuando se hacían pequeños corderos y ángeles de azúcar para adornar los altares laterales de la Iglesia Católica.

México, un país con una producción azucarera abundante y demasiado pobre para comprar elegantes decoraciones para iglesias importadas de Europa, aprendió rápidamente de los frailes a hacer arte en azúcar para sus festividades religiosas. Las figuras de azúcar moldeadas en arcilla de ángeles, ovejas y calaveras de azúcar se remontan al período colonial del siglo XVIII.

Las calaveras de azúcar representaban un alma difunta, tenían el nombre escrito en la frente y se colocaban en la ofrenda o lápida del hogar para honrar el regreso de un espíritu en particular. El arte con calaveras de azúcar refleja el estilo de arte popular de grandes sonrisas felices, glaseado colorido y adornos brillantes de hojalata. Las calaveras de azúcar requieren mucha mano de obra y se fabrican en lotes muy pequeños en las casas de los fabricantes de calaveras de azúcar. Estos maravillosos artesanos están desapareciendo a medida que las calaveras de caramelo fabricadas e importadas ocupan su lugar.

Una de las técnicas que introdujeron los españoles en México, fue el alfeñique, la cual a su vez tiene su origen en la cultura árabe. Así, el alfeñique utiliza azúcar, agua caliente, clara de huevo y limón para crear una masa moldeadora parecida al caramelo llamada “chautle” y así, realizar diferentes figuras, como las famosas calaveritas de dulce para el Día de Muertos.

Aunque su elaboración es delicada, con el alfeñique es posible hacer no solo calaveritas, sino también ataúdes, tumbas, mariachis, cocineras, calacas y catrinas, las cuales suelen colocarse en las ofrendas. Actualmente, el alfeñique es una técnica reconocida que incluso tiene festivales en estados como Puebla, Guanajuato, Estado de México, Michoacán y Oaxaca, donde se puede apreciar cómo los artesanos trabajan esta técnica con distintos moldes.

El proceso para elaborar calaveritas con la técnica de alfeñique se denomina “vaciado”, en la cual el azúcar se disuelve en agua y se deja hervir por una media hora hasta que espese, agregándole un poco de limón. Una vez que la mezcla está espesa, los artesanos baten rápidamente para que esta logre cristalizar y pueda ser vaciada en moldes generalmente de barro, aunque también se usan de madera y bronce.

Cuando el azúcar empieza a cuajar, el molde se voltea rápidamente para que un poco de la miel interior escurra y las calaveras queden huecas. Por último, las calaveras se sacan del molde ya secas y se decoran con “betún”, hecho con clara de huevo, azúcar glass y colorantes.

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Las ferias tradicionales de México, en la opinión de Heidy Wagner Laclette

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Las primeras ferias en México se instalaron en lugares de gran afluencia mercantil, como los puertos de Acapulco y Xalapa, durante el Virreinato. Estas ferias incentivaban el comercio.

Desde antes de que Cristóbal Colón descubriera América, en el territorio ahora conocido como México, se desarrollaban las principales culturas aborígenes, ya existían eventos parecidos a las ferias. Así lo narra Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España cuando se refiere al gran mercado de Tlatelolco, donde se comerciaban infinidad de productos del campo y de toda índole. Ahí concurrían múltiples compradores y vendedores de diversas partes del imperio.

Con la llegada de los españoles a territorio mexica las actividades comerciales se intensificaron, generándose la necesidad de abrir más mercados, ya que era uno de los mejores sistemas para fomentar el fenómeno de compraventa de los productos. De esta manera comenzaron a establecerse las ferias en todo el territorio.

La Feria de Xalapa se remonta al año de 1720 gracias a los comerciantes españoles que buscaban un lugar menos caluroso que el puerto de Veracruz, por su parte Acapulco ha tenido ferias desde el siglo XVI, cuando el arribo del Galeón de Manila era el evento más importante del virreinato.

Los comerciantes de todo el virreinato y de otros virreinatos se trasladaban a la feria para descargar el galeón, verificar la carga, definir los impuestos a pagar y negociar las mercancías. Hasta mediados del siglo XVI, llegaban comerciantes del Perú, pero luego se prohibió esta práctica.

Durante la Colonia, también se reunían mercaderes de diverso origen en Querétaro esta exposición industrial tuvo lugar en 1882. El evento se inauguró con grandes festejos y se consideró una táctica para atraer nuevas industrias e impulsar las ya existentes, esfuerzo al que se sumó ese mismo año la puesta en marcha del Ferrocarril Central Mexicano en tierras queretanas.

Estas ferias regionales también se llevaron a cabo a las afueras de Saltillo, Zacatecas y Toluca. En estos lugares, los precios de los productos no estaban regulados por la reglamentación urbana de abastos, por lo que operaban como verdaderas zonas francas. Y desde luego debemos hablar de la Feria Nacional de San Marcos, que se lleva a cabo desde 1604 cada año en la ciudad de Aguascalientes entre abril y mayo, es considerada la feria más antigua y una de las fiestas más importantes del país.

Ya en el México independiente, Nicolás Bravo se dirigió al Supremo Poder Ejecutivo con el fin de solicitar para Chilpancingo se le autorice realizar una feria anual, petición que le fue concedida según Decreto 40 de fecha 26 de marzo de 1825, expedido por el Congreso del estado de México (v. Feria de San Mateo, Navidad y Año Nuevo).

Ahora bien, el concepto “Feria” tiene varias acepciones. Proviene del latín feria: día de fiesta, y se define como un mercado de mayor importancia que los ordinarios, ubicado en lugar público y en días señalados, durante un periodo que puede ser de una semana o más, por lo regular anuales o recurrentes.

A las ferias pueden concurrir comerciantes y productores, lo mismo que distintos compradores, por lo que logran gran relevancia y hay una fuerte derrama económica en beneficio de todos, principalmente para los organizadores y el lugar sede. Algunas de las ferias coinciden con los festejos del Santo Patrono o Santa Patrona del lugar tal es el caso de la Feria de Cadereyta de Montes que desde 1971 se realiza durante la primera semana de septiembre, tomando en cuenta que el 8 es día de la Virgen del Sagrario.

Algunos de los juegos tradicionales en las ferias de México que los cronistas recuerdan son las canicas, tiro al blanco, lotería, tiro a la botella, futbolito y lanzamiento de aros.

También es importante saber que las ferias tuvieron su origen en el Oriente Medio durante la segunda mitad del Siglo IX a. C., aunque no hay mucha información sobre este asunto, la mejor fuente es la Biblia.

Al parecer el lugar donde se estableció la primera feria fue la ciudad de Tiro (situada en el actual Líbano) y fueron los comerciantes y marineros fenicios quienes dieron origen a esos eventos. Hay referencias también de otro sitio igual de importante en estas actividades, en aquellas lejanas tierras y no menos lejanos tiempos, llamado Betania, donde Herodes mandó construir un espléndido lugar de 3200 m2 cubierto y rodeado por un enorme muro para este fin por los años 40 a. C y el 4 d. C.

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