¡Qué difícil es envejecer con todas las armas consigo! Los ingenios de la paciencia, las herramientas de la sabiduría, la paz del conocimiento, la humildad de quien trata de entender, la bonhomía del que conoce el alma humana; qué difícil permanecer en un fase del buen oyente que todo quisiera investigar y saber, sólo para mejor pensar, y nunca para pasar sobre los demás.
Aprovecho esta reflexión para felicitar a todas y todos los maestros y maestras del país, que saben no sólo transmitir conocimientos, sino revelar nuestro propio potencial; nos ayudan a descubrir nuestra vocación y pueden conducirnos en el camino de la autorrealización: de la felicidad interna.
Sé que México está lejos siquiera de la correcta transmisión de conocimientos. Hoy estamos muy atrasados, y nunca estuvimos ni medianamente cerca de los países desarrollados. Siempre nos ha faltado una educación para la solución de problemas, y el entendimiento de la diferencia “sagrada” del otro, creado a imagen y semejanza del Dios en que usted crea y hecho también único. Entonces, esto de ser sabio y abierto de criterio es, sin duda, una lucha contra el EGO. Esta fantasía es lo que nosotros creemos que deberíamos ser, y así actuamos, sin darnos cuenta de que los otros perciben lo que realmente somos. Cuando estos dos conceptos chocan, sobreviene la ira en el sujeto y con ésta la idea de la venganza. Entre más fuerte el EGO, más enclenque la personalidad.
¿A qué viene tanta consideración teológica y sicológica? Pues al señor presidente, al que escuchamos decir en otras palabras que el tiempo no le ha dejado casi nada de enseñanza… No lo dijo así, pero amenazó con hacer pagar a todos los que le han dado un llegue, “o a poco se van a ir así nomás”. Lo subrayó con tal vehemencia que parecería que todo el que piensa diferente a él o critica sus obras (que no a él) merece castigo.
He estado horas enteras revisando el libro “LOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES” de Mario Amparo Casar, misma que ha sido hostigada por un hecho que no queda claro; pero más, que sucedió hace 20 años cuando Bernardo Bátiz era el procurador del entonces Distrito Federal (a quien conozco bien por haber sido parte del Foro Democrático y Doctrinario, escisión del PAN- 1992). Bátiz era un hombre justo y bondadoso (no sé qué tanto ha cambiado). Al preguntarle sobre los hechos acaecidos en el edificio de Pemex en la persona de Carlos Fernández Márquez Padilla (qepd), dijo no recordar si Aguilar (sic) o Amparo Casar recurrieron a él para cambiar las averiguaciones sobre el caso, pero que si López Obrador se acuerda y lo publicó en su libro pues “ha de ser cierto”. ¿Qué decía la averiguación? Que todo estaba en orden en la oficina del funcionario y aún esposo de María Amparo Casar; entonces se descartó un homicidio. Pero el acta de defunción asienta que murió por un traumatismo; María Amparo era entonces jefa de asesores del secretario de Gobernación, Santiago Creel. Octavio Aguilar Valenzuela era director Corporativo de Administración cuando fue avisado de un lamentable accidente en Pemex. “Se asienta que el licenciado Márquez Padilla era buen padre aunque estaba separado de su esposa, y que los hechos tuvieron que ser un lamentable accidente ya que el licenciado Márquez Padilla acostumbraba sentarse en el filo de la ventana de su oficina, de espaldas, para fumar y el humo saliera por la ventana…” Hasta ahí la cita textual. ¿Qué sucedió? Tiene que haber al menos dos autopsias, pues el difunto tenía un seguro de vida y sabemos por experiencia que cualquier aseguradora hace mil pruebas antes de soltar una suma considerable, por si acaso fuera suicidio. Para quienes no conozcan la torre A de Pemex, es útil comentar que entre el vidrio, barandal y las oficinas existe un cubo de vacío por el que cabe perfectamente una persona. Un accidente así ocurrió en un hospital famoso y se cerró el espacio con cables de acero para evitar otro accidente de un menor que por pura suerte quedó atorado y no perdió la vida. Lo que quiero decir es que ese tipo de accidentes son posibles.
Tuvo que haber también una relación cercana entre el exfuncionario de Pemex y el exvocero de la presidencia de Vicente Fox: Rubén Aguilar Valenzuela (sonorense), hermano del exfuncionario de Pemex. Según López Obrador fue éste quien supuestamente lo hizo ceder cuando fue Jefe de Gobierno para cambiar el acta de defunción (¿de la Procuraduría capitalina, de Pemex y de la aseguradora privada?) para que el “suicidio” de Carlos Fernández Márquez fuera considerado un accidente.
Pero OJO: si hay acta, el asunto es legal y la pensión otorgada para ella y sus menores hijos, es legítima. Lo que sí es indicativo y llama la atención es que una persona, quien sea y peor si tiene poder, sea capaz de guardar papeles o notas 20 años, que comprometan a las personas, y que son utilizadas para corresponder a sus hechos y decires, usando toda la fuerza de una institución que está mega quebrada (Pemex) y una Fiscalía a su servicio. La capacidad vengativa del sujeto es superlativa; lo es su capacidad de ira, resentimiento, agresión y, por ende, su temor.